diumenge, 10 de febrer del 2008

BLADE RUNNER o com l'oblit del passat ens aboca al sense sentit.

La setmana passada us vaig parlar d'una pel.lícula de les anomenades de "ciència ficció", té uns quants anys però no deixa de ser d'aquelles que deixen petjada i que tornem a veure més d'una vegada.




Estem tractant el tema de la realitat i ens endinsarem aviat en el terreny de l'existència i el seu sentit, el per què de tot plegat, el per a què... A Blade Runner hi ha diverses escenes que fan referència a aquest problema i a la pèrdua del record, de la història, del passat, de les referències, on es navega per un present sense sentit ni referents, el "món líquid" de ZYGMUNT BAUMAN (Tiempos líquidos).



Com diu el professor Marcos Santos Gómez, al text annex a continuació:

"Los seres sin recuerdos son seres sin identidad ni sentido. Han perdido las respuestas, se hunden en un agobiante presente en el que la profundidad, lo subterráneo, es olvidado (aunque sí palpado, olido, intuido)."



Podeu accedir, si us interessa, al seu blog:

http://educayfilosofa.blogspot.com/2007/11/blade-runner-un-pasado-preado-de-futuro.html

viernes 2 de noviembre de 2007

Blade Runner. Un pasado preñado de futuro
"Gustosamente iré a ver la película Blade Runner, que va a ser reestrenada en los cines. Es una joya de las que cuanto más se miran, más dicen. Se trata de un filme futurista, una tenebrosa antiutopía de extraordinaria riqueza que se presta a interminables glosas y comentarios. De hecho, en Internet circula abundante información sobre ella y existen numerosas webs dedicadas a la misma. Durante varias décadas ha suscitado la admiración incondicional, y yo me cuento, desde luego, entre quienes no cesan en su fascinación por esta maravilla cinematográfica. En efecto, de ella se puede decir muchas cosas. Utilizada, con motivo, en clases de filosofía es, como digo, una suerte de antiutopía que advierte y previene sobre ciertos peligros asociados a nuestras sociedades. Presenta un apocalíptico futuro en el que Los Ángeles es una urbe de eterna oscuridad y lluvia, por cuyas ajetreadas calles circulan las más variopintas razas, lenguas, religiones, etc., en un caos de escaparates y luces de neón, bajo la vigilancia de patrullas aéreas de policía. Precisamente, el protagonista (Harrison Ford) es un Blade runner, policía encargado de perseguir y aniquilar “replicantes”, que son personas de gran vigor e inteligencia fabricadas por ingeniería genética para realizar trabajos duros. Los replicantes son seres sin recuerdos y con una breve vida de cuatro años. Tienen prohibido acceder a la Tierra, pero el argumento comienza con la irrupción de un pequeño grupo en el planeta prohibido, el lugar donde fueron creados. Tanto el mundo (¿paraíso?) terrenal que se nos presenta, como los propios replicantes, constituyen una humanidad de escaparates, ruinas y olvido. Los replicantes están obsesionados por las fotos familiares donde los seres humanos guardan su infancia, teñidas de viejos anhelos y esperanzas.


El tiempo y la proyección humana en un futuro que, no obstante también es empañado por la muerte, obsesionan a los replicantes, deseosos de tiempo y recuerdo. Al no poseer ni uno ni otro, mueren estrellados contra un presente sin trascendencia (literalmente, en el caso de una de ellos que es abatida y cae estrellándose en una galería interminable de escaparates, en una de las escenas más impactantes de la película).

Su breve e intensa vida conduce a la peculiar sabiduría reflejada por el famosísimo monólogo (¡improvisado por el actor!) de uno de ellos, antes de morir:

"Es toda una experiencia vivir con miedo, ¿verdad?.Eso es lo que significa ser esclavo.Yo he visto cosas que vosotros no creeríais.Atacar naves en llamas en el cielo de Orión.Brillar Rayos C en la oscuridad,cerca de la Puerta de Tanhauser.Todos esos instantes se perderán en el tiempo,como lágrimas en la lluvia.Es hora de morir"


La obsesión por detener el reloj, en una lucha trágica, les lleva a buscar a su creador, un ingeniero genético, presidente de una corporación-empresa, que tiene visos de divinidad. En momentos clave del “ascenso” en pos de conocimiento, del viaje iniciático emprendido por los replicantes al regresar a la Tierra, a veces, se muestra la breve imagen de un búho (artificial) que el ingeniero guarda como mascota y que aparece parpadeando. En general, el sentido de la vista protagoniza numerosas escenas, en una evidente alegoría de la búsqueda filosófico-teológica.

Se podría hablar de las influencias y guiños del filme, de sus muchas y ricas interpretaciones, pero en atención a tu paciencia, querido lector, seré breve. Tan sólo quisiera destacar un elemento: esta mencionada obsesión por el tiempo. Hay una relación elaborada en toda la película, entre el pasado (la memoria del pasado) y la proyección en el futuro, eso de que sobre todo carecen los replicantes, que son una especie de jóvenes eternos. Los seres sin recuerdos son seres sin identidad ni sentido. Han perdido las respuestas, se hunden en un agobiante presente en el que la profundidad, lo subterráneo, es olvidado (aunque sí palpado, olido, intuido). El presente es abrumado por las publicitarias imágenes vertiginosas, intrascendentes, de escaparates y anuncios. Los seres humanos construimos el sentido temporalmente, de manera que el recuerdo es la clave para encontrarlo más o menos. Pero si terrible es perder el pasado, que conlleva esa ausencia de identidad y la confusión de los replicantes, su incapacidad para amar o vivir psicológicamente sanos, aún más lo es perder el futuro. No en vano, la estética de la película tiene elementos punkies (ciberpunk), el movimiento contracultural que hizo suyo el lema, cantado por los Sex Pistols, “no hay futuro”. Sin futuro, anclados en un presente de enormes dimensiones, que pesa y abarca todo el universo, sólo queda temer a la muerte, que aumenta con ello su peligro. No hay futuro, por tanto, el imperio del efímero presente, un presente que parece perderse y borrarse a sí mismo en las apariencias. Al arruinarse el futuro, no existe un sentido ni un motivo claro para la existencia, y sólo queda hacer lo que hacen los replicantes, o sea, sobrevivir en una duración cronológica que no es sino una carrera hacia la nada. Esto, según Walter Benjamin, lo supieron también los revolucionarios de las viejas revoluciones europeas del pasado, que en alguna de ellas, disparaban contra los grandes relojes de las torres y edificios públicos, como si quisieran detener esa marcha descontrolada. Intuían, tal vez, que la revolución debía ser precisamente un tirón del freno de emergencia que parara el tren que circula frenético, llevado por nadie. Buscaban, según Benjamin, un comienzo, un verdadero comienzo en el que el tiempo transcurriera ya como un tiempo humano... El tiempo humano en el que el pasado recupera su memoria, y en el que, al mismo tiempo, aparece, en la bruma, el futuro, el futuro que antaño se había soñado y que yacía olvidado en las cunetas de las carreteras, mezclado con los huesos de los muertos. Un abrazo."


Publicado por Marcos Santos Gómez (profesor de filosofía y teoría e historia de la educación en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada (España).